Hiroshima
John DERSEY
CRÓNICA
John Hersey nació en Tientsin, China, en 1914, dondevivió hasta 1925, año en que su familia regresó a EstadosUnidos. Estudió en Yale y más tarde completó sus estudiosen Cambridge. En el otoño de 1937 se incorporó a la revistaTime, para la que trabajó como corresponsal en el frentedel Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. En1945 ganó el premio Pulitzer por su primera novela, Lacampana de la libertad, sobre la ocupación militar estadounidenseen una pequeña localidad italiana. Tras publicar Hiroshima en la revista The New Yorker, se convirtióen un crítico acérrimo de las armas nucleares. Su segundanovela, La pared, una minuciosa investigación históricasobre la destrucción nazi del gueto de Varsovia, se publicóen 1950. A ésta siguieron otras novelas como El juncoy el río, El amante de la guerra, El comprador de niños, Mi petición de más espacio o Demasiado lejos para ir andando.Murió el 24 de marzo de 1993 en su casa de Key West.Un obituario publicado en The New Yorker afirmaba que es posible que Hiroshima hubiera sido «el más famoso artículode revista jamás publicado» y continuaba afirmando que«si hubo alguna vez un tema proclive a hacer que un escritor fuera recargado y un artículo farragoso, ése era la bombade Hiroshima; pero el reportaje de Hersey fue tanmeticuloso, sus frases y párrafos tan claros, serenos y contenidos,que el horror de la historia que tenía que contar nosresultó especialmente espeluznante».Título original: HiroshimaPrimera edición: abril, 2009© 1946, renovado 1973 John Hersey ©1985 John HerseyPublicado con el acuerdo de Alfred A. Knopf,una división de Random House, Inc. ©2009, Random House Mondadori, S. A.Travessera de Gracia, 47-49. 08021 Barcelona O JuanGabriel Vásquez, por la traducción, cedida por Turner Publicaciones S. L.Quedan prohibidos, dentro de ios límites establecidos en la ley y bajolos apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcialde esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónicoo mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin ia autorización previa y por escritode los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español deDerechos Repr o gráficos, http://www.cedro.org) si necesita fotocopiar algún fragmento de esta obra.o escanear al£Printed in Spain -Impreso a España
 
ISBN: 978-84-8346-854-8Dipósito legal: B-8534-2009Fotocomposición: Anglofort, S. AImpreso en Liberdúplex, S. L. U. SantLlorenc, d'Hortons (Barcelona)P 8 6 8 5 4 8ÍNDICEI Un resplandor silencioso ......................................... 9II El fuego....................................................................... 27III Los detalles están siendo investigados .................. 55IV Matricaria y mijo salvaje ......................................... 83V Las secuelas del desastre ....................................... 113Hatsuyo Nakamura.-Doctor Terufumi Sasaki.-PadreWilhelm Kleinsorge.-Toshiko Sasaki.-Doctor MasakazuFujii.-Kiyoshi TanimotoIUN RESPLANDOR SILENCIOSOExactamente a las ocho y quince minutos de la mañana, hora japonesa, el 6 de agosto de 1945, en el momento en que la bombaatómica relampagueó sobre Hiroshima, la señorita ToshikoSasaki, empleada del departamento de personal de la FábricaOriental de Estaño, acababa de ocupar su puesto en la oficinade planta y estaba girando la cabeza para hablar con la chica delescritorio vecino. En ese mismo instante, el doctor Masakazu Fujiise acomodaba con las piernas cruzadas para leer el Asahi de Osakaen el porche de su hospital privado, suspendido sobre uno delos siete ríos del delta que divide Hiroshima; la señora Hatsuyo Nakamura, viuda de un sastre, estaba de pie junto a la ventanade su cocina observando a un vecino derribar su casa porque obstruíael carril cortafuego; el padre Wilhelm Kleinsorge, sacerdotealemán de la Compañía de Jesús, estaba recostado -en ropa interior y sobre un catre, en el último piso de los tres que tenía lamisión de su orden—, leyendo una revista jesuíta, Stimmen derZeit;el doctor Terufumi Sasaki, un joven miembro del personal quirúrgicodel moderno hospital de la Cruz Roja, caminaba por unode los corredores del hospital, llevando en la mano una muestrade sangre para un test de Wassermann, y el reverendo KiyoshiTanimoto, pastor de la Iglesia Metodista de Hiroshima, se habíadetenido frente a la casa de un hombre rico en Koi, suburbio occidentalde la ciudad, y se preparaba para descargar una carretillallena de cosas que había evacuado por miedo al bombardeo delos B-2g que, según suponían todos, pronto sufriría Hiroshima. La bomba atómica mató a cien mil personas, y estas seis estuvieronentre los sobrevivientes. Todavía se preguntan por qué sobrevivieronsi murieron tantos otros. Cada uno enumera muchos pequeñosfactores de suerte o voluntad -un paso dado a tiempo, la decisiónde entrar, haber tomado un tranvía en vez de otro— quesalvaron su vida. Y ahora cada uno sabe que en el acto de sobrevivir vivió una docena de vidas y vio más muertes de las que nunca pensó que vería. En aquel momento, ninguno sabía nada.El reverendo Tanimoto se levantó a las cinco en punto esa mañana.
 
Estaba solo en la parroquia porque hacía un tiempo que suesposa, con su bebé recién nacido, tomaba el tren después deltrabajo hacia Ushida, un suburbio del norte, para pasar la nocheen casa de una amiga. De las ciudades importantes de Japón,Kyo-to e Hiroshima eran las únicas que no habían sido visitadas por B-san —o Señor B, como llamaban los japoneses a los B-29,con una mezcla de respeto y triste familiaridad—; y el señor Tanimoto, como todos sus vecinos y amigos, estaba casi enfermo deansiedad. Había escuchado versiones dolorosamente pormenorizadas de bombardeos masivos a Kure, Iwakumi,Tokuyama y otras ciudades cercanas; estaba seguro de que elturno le llegaría pronto a Hiroshima. Había dormido mal lanoche anterior a causa de las repetidas alarmas antiaéreas.Hiroshima había recibido esas alarmas casi cada noche ydurante semanas enteras, porque en ese tiempo los B-29 habíancomenzado a usar el lago Biwa, al noreste de Hiroshima, como punto de encuentro, y las superforta-lezas llegaban en tropel alas costas de Hiroshima sin importar qué ciudad fueran a bombardear los norteamericanos. La frecuencia de las alarmas y la continuada abstinencia del Señor Bcon respecto a Hiroshima habían puesto a la gente nerviosa.Corría el rumor de que los norteamericanos estaban reservandoalgo especial para la ciudad.El señor Tanimoto era un hombre pequeño, presto a hablar,reír, llorar. Llevaba el pelo negro con raya en medio y más bienlargo; la prominencia de su hueso frontal, justo encima de suscejas, y la pequenez de su bigote, de su boca y de su mentón, ledaban un aspecto extraño, entre viejo y mozo, juvenil y sin embargosabio, débil y sin embargo fogoso. Se movía rápida y nerviosamente, pero con un dominio que sugería un hombre cuidadosoy reflexivo. De hecho, mostró esas cualidades en los agitadosdías previos a la bomba. Aparte de decidir que su esposa pasaralas noches en Ushida, el señor Tanimoto había estado trasladandotodas las cosas portátiles de su iglesia, ubicada en el atestadodistrito residencial de Nagaragawa, a una casa de propiedadde un fabricante de telas de rayón en Koi, a tres kilómetros delcentro de la ciudad. El hombre de los rayones, un tal señor Mat-suo, había abierto su propiedad, hasta entonces desocupada, para que varios amigos y conocidos pudieran evacuar lo quequisieran a una distancia prudente de los probables blancosde los ataques. Al señor Tanimoto no le había resultado difícilempujar él mismo una carretilla para transportar sillas,himnarios, Biblias, objetos de culto y registros de la iglesia, perola consola del órgano y un piano vertical le exigían pedir ayuda.El día anterior, un amigo del mencionado Matsuo lo habíaayudado a sacar el piano hasta Koi; a cambio, él le había prometido al señor Matsuo ayudarlo a llevar las pertenencias deuna de sus hijas. Por eso se había levantado tan temprano.El señor Tanimoto se preparó el desayuno. Se sentía terriblementecansado. El esfuerzo de mover el piano el día anterior, unanoche de insomnio, semanas de preocupación y de dieta desequilibrada,los asuntos de su parroquia: todo se combinaba paraque apenas se sintiese preparado para el trabajo que le esperabaese nuevo día. Había algo más: el señor Tanimoto había estudiadoteología en Emory College, en Atlanta, Georgia; se habíagraduado en 1940 y hablaba un inglés excelente; vestía con ropasamericanas; había mantenido correspondencia con varios amigosnorteamericanos hasta el comienzo mismo de la guerra; y,encontrándose entre gente obsesionada con el miedo de ser espiada —y quizás obsesionado él también—, descubrió que se sentíacada vez más incómodo. La policía lo había interrogado variasveces, y apenas unos días antes había escuchado que un conocido,un hombre de influencia llamado Tanaka, oficial retirado
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